Personalmente no he seguido la carrera de Antonio Banderas de cerca por lo que me sorprendió enormemente el contenido de su discurso cercano, humilde, agradecido, emocionante y familiar. Un discurso que habló de la aventura de vivir recordando que debemos seguir sintiendo a aquel niño que fuimos, que somos, porque lo más divertido es jugar.
De que aunque a
veces una decisión parezca fruto de la inconsciencia, una misión (una meta) y
una determinación clara pueden hacer que el corazón gane la batalla a la razón.
A lo que yo añado, que sin volvernos locos pero sin que nos dejemos de volver un
poco locos, tal vez, de volver a ser niños.
De la vocación como
sustantivo esencial de una profesión. De la constancia como clave en ese viaje
en busca de nuestra vocación, tanto en el fracaso como en el éxito. De la
crisis como estado natural de creación, de crecimiento, de evolución. Del
confort y lo estable como somníferos de nuestra propia vida.
La centralidad en
el ser y no en el tener. En saber agradecer y reconocer a los que nos ayudan en
la creación de ese ser que somos nosotros porque en definitiva todos ellos son
parte de nosotros y sin ellos no seriamos los mismos.
Y, para finalizar, la dedicatoria a las personas, o personitas, que suelen sufrir nuestras pasiones y nuestras ausencias pero que en definitiva saben que sin nuestra pasión, nosotros, y ellas, no seríamos los mismos.
Buen post Gorka! Su discurso fué tan lúcido e inteligente, como emotivo y profundo. Desde esa noche ya "miro" a Antonio Banderas de un modo distinto al que lo hacía...Tipo sabio que merece ser leído y escuchado por encima de la media...
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